COMBATE DE ANGAMOS
08 de octubre de 1879
El 8 de octubre, un grupo de hombres, tripulantes del
monitor Huáscar al mando del Caballero de los Mares Gran Almirante del Perú Don
Miguel Grau Seminario, fueron protagonistas de uno de los Combates Navales más
memorables y gloriosos de los que se tenga recuerdo en la historia marítima de
las naciones.
Aquella heroica epopeya se inicia el día 30 de setiembre de
1879, cuando la División Naval integrada por el monitor Huáscar, la corbeta
Unión y el transporte Rímac, zarpa hacia el sur en demanda de Iquique a donde
arriban el 1° de octubre. Aquel día, el Huáscar al mando de Grau y la Unión al
mando de García y García enrumban nuevamente hacia el sur para continuar
incursionando en costas chilenas, actividad que gracias a la habilidad y
pericia de nuestro Gran Almirante y su tripulación había dado buenos
resultados, dado que, tras más de 6 meses de guerra contra un adversario
poderoso, les había negado el dominio del mar.
Ante esta situación, que era inconcebible para los chilenos
y que ocasionó el relevo de su Alto Mando Naval, el nuevo comandante en jefe de
su escuadra, Almirante Riveros ideó planes para la captura del Huáscar, la
pesadilla de los marinos chilenos. Es así que la escuadra enemiga es dividida
en dos divisiones integrada la primera por el acorazado Blanco Encalada, la
goleta Covadonga y el transporte armado Matías Cousiño; la segunda por el
Cochrane, la corbeta O’Higgins y la cañonera Loa; zarpan hacia Arica el 2 de
octubre, llegando allí el 4, no hallando a nuestras naves, tomaron entonces
conocimiento de que se hallaban incursionando en sus costas. Es así que ambas
divisiones se separan para navegar hacia el sur, la primera pegada hacia la
costa y la segunda en alta mar. El plan chileno consistía en acorralar al
Huáscar y la Unión aprovechando la mayor velocidad de los buques de la segunda
división y cortarles la retirada.
El mismo día 4 continuando con su misión, la División Naval
Peruana llegó a Sarco, al sur de Huasco, apresando a la goleta chilena
Coquimbo, despachándola hacia Arica. El día 5, siempre navegando al sur,
arriban a Coquimbo no hallando naves enemigas, prosiguiendo luego hasta Tongoy
a pocas horas de Valparaíso. Grau ya había tomado conocimiento del zarpe de los
chilenos y por ello prefiere no arriesgar ir más al sur, emprendiendo el
retorno hacia el norte. Los días 6 y 7 el Huáscar sufre desperfectos en sus
máquinas efectuándose las reparaciones en alta mar. Superados los problemas, en
la madrugada del día 8 de octubre a 01.00 horas arribaron al puerto de
Antofagasta libre de buques chilenos, continuando su derrota hacia el norte. A
03.00 se divisaron humos procedentes del norte, pensándose inicialmente que se
trataba de mercantes, pero a fin de evitarlos en caso que fueran naves
chilenas, Grau ordenó navegar al oeste y luego al norte; pero el plan de
Riveros se puso en marcha y fue así que los humos divisados inicialmente al
salir de Antofagasta correspondían a los buques de la primera división que
emprendieron caza a nuestros buques y luego de tres horas de navegar a toda
máquina, los peruanos logran burlar al enemigo dejándolos a 8 millas a la
altura de Punta Tetas.
Más tarde, a 07.15 navegando hacia el norte se divisan
otros tres humos por el noroeste, que eran los de la segunda división naval
chilena que navegaba en rumbo de intercepción hacia los nuestros. Grau tomó
conocimiento de esta nueva situación y comprendió que el cerco que el enemigo
le tendía sería difícil de evitar, ya que la velocidad y el poder artillero del
Huáscar eran superados ampliamente por los de los acorazados chilenos. Entonces
decidió continuar hacia el norte a fin de intentar rebasar Punta Angamos.
Luego, evaluando la situación, dio órdenes a García y García para que salve su
buque puesto que sacrificar a la Unión, único buque de valor aparte del Huáscar
sería un error.
En conocimiento que el enfrentamiento era inevitable, Grau
presentó combate y tomó la iniciativa, efectuando el primer cañonazo a 09.40
hacia el Cochrane que estaba a 1000 yardas de distancia y así empezó el
encuentro a la altura de Punta Angamos. El acorazado chileno estrechó
distancias aprovechando su andar y luego inició sus disparos, obligando, al
hacer blanco en el Huáscar, a gobernar con aparejos.
A 09.50 horas en pleno fragor del combate un proyectil
impactó en la torre donde se hallaba el Almirante Miguel Grau, causándoles la
muerte a él y a su ayudante el Teniente Diego Ferré. En ese preciso instante
fue cuando el marino más grande del continente pasó a la inmortalidad.
Pero el combate continuó. El espíritu vivo de Grau se
mantuvo entre los suyos, el Huáscar no se rindió: asumió el mando el Comandante
Elías Aguirre; la lucha se hizo cada vez más difícil y la primera división chilena
entabló también combate con el monitor. El enemigo con su poderosa artillería
demolió poco a poco la nave peruana, que perdió el gobierno a causa de una
andanada. Aguirre cayó muerto, el Comandante Capitán de Corbeta Carvajal fue
herido de gravedad, el Teniente Rodríguez cayó muerto también, fue herido el
Teniente Palacios quien con la mandíbula destrozada no abandonó su puesto y el
Teniente Santillana fue alcanzado por la metralleta; el personal tampoco se
rindió y luchó hasta el final.
El Huáscar, aunque sin gobierno, continuó disparando,
intentó espolonear al Blanco Encalada sin resultados. Finalmente, tras una hora
y diez minutos de combate desigual, con la artillería ya inutilizada por el
fuego enemigo, con el buque sin posibilidades de maniobrar y diezmada su
tripulación, por orden expresa del último en asumir el mando del Huáscar el
Teniente Pedro Gárezon, se ordenó abrir válvulas de fondo para hundir el buque
y cuando esto se llevaba a cabo, ya con 4 pies de agua en los fondos, el
enemigo abordó el buque y tras dominar a la tripulación exhausta pero con la
moral y el orgullo en alto, lo tomaron como presa. Al instante de abordar el
Huáscar el primer bote chileno, se hallaban los oficiales peruanos sobre la
cubierta porque momentos antes habían arrojado al agua sus espadas para no
entregarlas, gritando a viva voz uno de ellos “Los Peruanos no se rinden”.
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